“Morir es un hecho trascendente y sagrado, (…) con independencia de las ideas religiosas, filosóficas y/o éticas de cada cual. Este hecho requiere un ambiente también “sagrado”, íntimo, personal, familiar y humano: el propio hogar.”
Son palabras del médico general Juan Gervás, coordinador del Equipo CESCA, en una interesante entrevista realizada por Silvia Cruz Lapeña. Mirando hacia la muerte de cara y sin tapujos habla de una sociedad que oculta y disfraza la muerte. “En este juego macabro de ocultar y disfrazar la muerte el hospital cumple una función aparentemente definida, tipo el “haga todo-todo-todo por mi padre” (que está muriendo y “todo” lo que precisa es un ambiente sereno a domicilio, una familia unida, unos servicios sociales que apoyen y buenos médicos y enfermeras de cabecera que controlen el dolor y demás, y que llegado el caso ayuden a evitar una agonía inútil”.
Los hospitales eran antaño espacios de “hospitalidad” y concentración de tecnología, y hoy, según Gervás, deben cambiar. Hoy “el desarrollo tecnológico permite llevar los servicios desde la cama del hospital al consultorio médico y de allí al hogar del paciente.” Es por ello que la atención personal del profesional de siempre, el médico general, es según el Equipo CESCA, la adecuada para asistir en los últimos momentos. Ante nuestra propia actitud, ambivalente ante la muerte, solo cabe que los profesionales de la asistencia al paciente acepten y empaticen con los deseos, sentimientos de miedo, aceptación, piedad, lucha… de paciente y familiares. Solo así se puede morir con dignidad.
Nos resulta especialmente relevante la reflexión sobre el entorno físico y social que implica la “casa” donde morir con dignidad, lo que parece querer una buena parte de la población:
“Morir en casa es un deseo natural. El hogar es el refugio donde uno encuentra la paz y la seguridad, muchas veces sin saber exactamente porqué.” Y añade: “rodeado de tantas cosas que nos unen a la vida, que nos recuerdan tan buenos ratos, con la familia, con los amigos y vecinos, con los que nos quieren, conocen y respetan.”
Parece que ese “porqué” que no se sabe “exactamente” para querer morir en casa tiene mucho que ver con ese “estar rodeado” de personas. Pero, ¿queremos morir en casa o morir acompañados? Seguramente las dos cosas. El 15,3% de los ancianos en España vive en soledad. Solo en Madrid mueren en la absoluta soledad cien mayores al año. Eso ocurre en sus propias casas y en principio no parece una opción deseable. Cuando a la gente le preguntan “dónde desea ud. morir” y dicen casa, ¿en qué están pensando exactamente? ¿A qué llamamos “casa”?
Queremos poner el acento en la construcción de ese entorno (hogar) en el que tener la posibilidad de envejecer hasta incluso morir en él. Un hogar que permita la atención adecuada comentada, pero también el soporte emocional que deseamos a nuestro alrededor. Porque ¿qué sentido tendría plantearnos la opción de morir en casa cuando hace años que tuvimos que salir de ella? Para que exista opción debemos crear la oportunidad, y esto es una vivienda, la propia, adaptada y adaptable, en la que podamos permanecer hasta el final.
Morir con dignidad es decidir, en la medida de lo posible, dónde hacerlo. Desde Jubilares intentamos ayudar a que “el hogar” se convierta en una opción realista y posible. Como siempre, la elección es de la persona. Y si decidimos morir en “nuestra casa”, ésta es aquella en la que están nuestras cosas, nuestra gente.