Espacios y tecnologías amigables para vivir en casa.
Este fue el título de la jornada desarrollada ayer, 7 de noviembre, en los Servicios Centrales del IMSERSO, promovida por éste y el CEAPAT (Centro de Referencia Estatal de Autonomía Personal y Ayudas Técnicas)
Una buena parte de la jornada pasó por la presentación de sistemas o dispositivos de ayuda para que la vivienda de la persona mayor (y sobre todo con alguna minsuvalía) pueda adaptar su vivienda a sus necesidades, y no al contrario, como a menudo parece inevitable.
Siendo absolutamente imprescindible esta labor de rehabilitación del parque de vivienda, nos pareció de mayor interés aquellas intervenciones que hacían hincapié en un paso más: la búsqueda de “nuevos modelos de vivienda“, tal y como rezaba el título de la jornada. Los que dan “respuesta a las necesidades y expectativas de las personas mayores para vivir con autonomía el mayor tiempo posible en su entorno habitual participando activamente en la sociedad” [sic]. Los mayores no son necesariamente dependientes. El problema de la vivienda de los mayores no es solo la escalera del portal y la ducha.
Los “nuevos” modelos no son tales más allá de nuestras fronteras. En España llevamos décadas de retraso en los modelos residenciales para mayores. Hemos de reflexionar sobre el espacio en que viven los mayores, en el interior y más allá de los límites de la vivienda. Los nuevos entornos urbanos (hoy con densidades tan bajas que casi promueven la soledad) han de dar paso, como decía Cristina Rodríguez Porrero, directora del CEAPAT, a esos espacios “accesibles y amigables“. Sólo así se construirán esas, de las que oímos hablar tanto últimamente, viviendas y ciudades “inteligentes”. Esa es la teoría… Y en la acción, “políticas centradas en la persona“.
Los mayores, como decía el arquitecto Heitor García Lantarón en su ponencia, “empiezan a ser conscientes de que sus necesidades van a superar su capacidad de adaptación”. Hay que adelantarse si se quiere ser plenamente autónomo. Los nuevos modelos se basan en entornos humanos participativos, impulsados por los propios mayores, y con espacios capaces de adaptarse. ¿Y en la siguiente escala, los barrios o ciudades? Mayor densidad y más diversidad.
En conclusión, como decía este investigador, hagamos “vivienda para envejecer” (y nótese el verbo, que envejecer es acción).