Se ha presentado el catálogo “La vejez como experiencia humana”

El jueves 12 de mayo la Fundación Notariado presentó el catálogo de pinturas del Museo Nacional del Prado “La Vejez como experiencia humana”, en la que Jubilares ha participado dentro de la sección Otras Miradas con el comentario, escrito por Javier del Monte, sobre el cuadro Visita a los enfermos o Sala de un hospital (1885) de José Alea Rodríguez.

Visita a los enfermos o Sala de un hospital (1885) José Alea Rodríguez

El catálogo trata de hacer una recorrido por diversas obras de arte relacionadas con la vejez, desde autoretratos de Tiziano, o cuadros de Goya o Velázquez en el que sus protagonistas son personas de avanzada edad. Todos los cuadros han sido comentados por las doctoras en Historia del Arte María Arriola Jiménez y María Rodríguez Velasco.

Una visita virtual

Aunque todos los cuadros pertenencen al Museo Nacional del Prado, no todas las obras están expuestas o son visibles en la afamada pinacoteca. Algunas se encuentran en sus almacenes o cedidas a otras instituciones donde se pueden ver. Por lo tanto, la Fundación Notariado ha creado una exposición virtual, la cual permite, a través de sus 3 salas, recorrer, junto con una audioguía, todos los cuadros del catálogo. Una oportunidad única para descubrir cómo el Arte ha mirado a la madurez humana y los cuidados.

A continuación compartimos el comentario que realizó Javier del Monte al cuadro de José Alea Rodríguez.

¿Qué hace que ese luminoso espacio, potencialmente confortable, me sugiera ese estado de triste melancolía? A veces la Arquitectura no es suficiente. No lo digo con frustración, pues soy arquitecto, sino con una clara conciencia de que el entorno físico es solo parte del conjunto de recursos que construyen “hogar” para habitar una vida con sentido.

La escena de este lugar, que percibo como asilo u hospicio, resulta extremadamente sensorial. Una suave tarima, el calor de la estufa, la luz de los amplios ventanales, el color de los textiles, los sólidos y cómodos sofás, las espesas alfombras… Nada suficiente como para ofrecer alegría a la escena cotidiana. Como si fueran aderezos equivocados en una receta insípida, respiro el ambiente que representa el lienzo, miro las siete cabezas levemente ladeadas… y oigo el silencio de la sala.

No obstante, la disposición y medida de tales ingredientes podrían haber logrado un menú más lleno de vida. Un ejemplo: en el interior de la habitación solo una señora mira de reojo a otra, quizá con envidia por la aburrida visita ajena. Ay, si se le hubiera invitado a participar del encuentro… ¿Por qué no girar los sofás hacia las personas?

Y en el exterior… la niña, que ni alcanza al alféizar, quizá esté mirando a la rama de un árbol donde descansa un mirlo. ¿Por qué la ventana es tan alta? ¿Por qué no girar los sofás hacia la calle?

Así fueron hasta hace poco muchas residencias de mayores: lugares llenos de cosas mal orientadas. Filas de sillones, espacios donde no se miraba a las personas de dentro, tampoco a las de fuera.

Pero decía que la Arquitectura no es suficiente. En las residencias que queremos, verdaderos hogares, sólo cabe realizar actividades significativas para las personas, para cada una de las personas. En esos nuevos lugares para la Vida hay posibilidad de intimidad y también de encuentro vecinal; en los nuevos centros de mayores hay sistemas de apoyo… pero también de estímulo, hay relación con el exterior, con la naturaleza y con la comunidad del barrio. En los soñados ambientes residenciales de mayores la señora del fondo quizá levanta una mirada alegre ante la visita conocida, la niña juega con la mujer que prepara los vahos – que por cierto bien podría ser una de las residentes – un joven toma la mano de la mujer adormilada mientras le lee una vez más su novela favorita. Y tras la inmensa puerta de acceso a la sala de estar, imagino un pasillo luminoso con plantas y estantes de libros, el que da acceso a habitaciones donde alguien ahoga un leve grito tras el pellizco de su amada.

Javier del Monte Diego