“La vejez: todos desean alcanzarla y, una vez que lo han hecho, se quejan de ella. Tan grande es la inconsecuencia y la extravagancia de la estupidez humana.”
Así habla Cicerón en el preámbulo de su libro “De senectute“ (Sobre la vejez). Un pequeño (solo en extensión) escrito en el que reflexiona sobre la última etapa de la vida. Si dejamos de lado ciertos criterios que la ciencia ha ido superando en estos siglos, encontramos las claves para un envejecimiento activo completamente vigentes hoy en día.
El argumento principal para su apología de la vejez tiene base moral: una buena vida en la ancianidad vendrá de una vida de virtud en etapas anteriores, no de los aspectos intrínsecos de la edad: “El arma mejor adaptada como estrategia para combatir la vejez es el ejercicio de los valores humanos; éstos (…) producen frutos asombrosos, (…) nunca te abandonan, ni siquiera en la última parte de la vida, (…) también por lo gratísima que resulta la conciencia de una vida bien vivida y el recuerdo de muchos buenos actos”. Por el contrario, “los que no son conscientes de sus defectos y sus culpas se los cargan a la vejez”.
Importante es en su argumentario el valor de la actividad en la vejez, usando “lo que uno tiene, y cualquier cosa que se haga, hacerla a la medida de las fuerzas”. “Un anciano no hace lo que los jóvenes (…). Las grandes hazañas no se llevan a cabo con las fuerzas, la velocidad o la agilidad de los cuerpos, sino con el consejo, el prestigio y el juicio”.
El texto carga contra esos clichés erróneos (hoy en día siguen alimentándose) sobre la vejez: impide hacer cosas, resulta molesta a los demás, debilita las fuerzas, priva de los placeres, etc. Cicerón refuta críticamente estas ideas y aconseja para “resistir a la vejez”: “cuidar la salud, hay que hacer ejercicio moderado, hay que comer y beber para reponer las fuerzas, no para aplastarlas. Y no solo hay que ayudar al cuerpo, sino mucho más a la mente y al ánimo”.
Suele editarse junto al tratado “De la Vejez” otro “De la Amistad“. Se trata de dos obras que Cicerón escribió a la vez, para el mismo destinatario, con formato análogo y los mismos personajes. La relación entre ambos temas no es casual… “¿Cómo puede haber una vida llena de vida (…) que no descanse en el mutuo afecto de un amigo?”. “Donde quiera que vuelvas la mirada, allí la encuentras disponible, no está fuera de ningún lugar; nunca es inoportuna ni molesta. (…) La amistad hace espléndidas las situaciones favorables, y las adversas, al compartirlas y comunicarlas, más livianas“. “… hace brillar la buena esperanza en el porvenir y no tolera que se debiliten los ánimos o que decaigan”.
Recomendamos la lectura de estos breves diálogos, la reflexión crítica sobre sus argumentos, y la práctica de sus principios, escritos hace más de 2.000 años: envejecimiento activo (prácticamente como se formula hoy en día) y fomento de la amistad para esa “vida llena de vida” que todos deseamos.