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Críticas cinematográficas aparte, que podrán realizarse con más competencia en otros medios, queremos destacar esa común preocupación, que trasciende fronteras, y llega a la gran pantalla como el lema que casualmente llevamos tiempo empleando para explicar nuestro modelo Jubilares: ¿Y si los amigos nos vamos a vivir juntos?
Tras las situaciones disparatadas, románticas, las de una comedia a veces predecible, se esconde la profunda inquietud sobre los últimos años de la vida (muchos años, según las estadísticas): “somos muy precavidos, pero no nos preocupamos en absoluto de los últimos años”, dice una protagonista. El “hecho desencadenante” que moviliza a las personas puede ser, como en el caso de estos personajes, un principio de demencia, un cáncer, un infarto.
La apuesta (irse a vivir juntos a casa de uno de los amigos) se basa en el respeto a la dignidad humana de los mayores, su derecho a decidir sobre su vida, su legítima opción por vivir – y también morir – en el medio físico y social que la persona (por mayor que sea) ha decidido, la asistencia personalizada adecuada a las necesidades de cada momento, la construcción de una comunidad (por pequeña que sea, como en este caso) que reflexiona, decide y actúa desde la libertad. Vivir hasta el final de sus días rodeados de sus seres queridos, con lo bueno y lo malo que eso aporta.
El modelo Jubilares se basa en esta filosofía, si bien, aprendiendo de otras muchas experiencias, ayudamos a crear la comunidad con un método más efectivo.
La película compara los modelos residenciales y se posiciona desde una óptica sencilla: prefiero estar con los amigos. No es un tratado sobre asistencia a la tercera edad. Es tan solo una comedia.