Con su reciente inauguración bajo el brazo, el Jubilar Villa Rosita participó en el Foro de Vivienda Cooperativa Sénior celebrado en Donostia los días 29 y 30 de noviembre para poner en común, junto a otras cooperativas de cohousing sénior en proceso, cuál es su visión sobre los cuidados, tanto a la hora de organizar la convivencia como de afrontar situaciones de “gran dependencia” —con la demencia como principal temor— entre sus miembros. Todas asumen que, sin el apoyo público, será imposible en la práctica hacer realidad el compromiso de ser un hogar hasta el final.
La mesa “Los cuidados en la práctica”, programada justo antes de la clausura del Foro, reunió a cuatro cooperativas de vivienda colaborativa sénior para contar sus respectivos proyectos desde el punto de vista de los cuidados: qué entienden, cómo los ponen en práctica en su día a día y de qué forma prevén aplicarlos en el futuro, cuando se presenten casos de dependencia. Rosana Antolín, del Jubilar Villa Rosita, compartió mesa con Anna Corrons (Can 70), Mayte Gaztelu (Etxekonak Bat) y María Asunción Rodríguez (Axuntase).
Todas ellas explicaron aspectos relacionados con sus respectivos sistemas de organización, desde las herramientas no solo de gobernanza sino también de creación de comunidad —con un gran protagonismo del ocio y los momentos de celebración como espacios para crear vínculos personales— a cuestiones relacionadas con la aparición de la dependencia o el final de vida.
En su fase actual de desarrollo, con el Jubilar Villa Rosita como la única que está iniciando ya convivencia, las participantes destacaron el papel de los cuidados para envejecer de forma activa y saludable. “Nuestra casa ya está en Torrelodones. Esto es casi un milagro que empezó en 2016”, destacó Rosana Antolín, que sintetizó la filosofía de esta cooperativa: “envejecimiento activo y solidario, vivir en compañía compartiendo y ayudándonos, un estilo de vida sostenible, aplicar la Atención Integral y Centrada en la Persona y permanecer en casa al final de nuestra vida”.
En Villa Rosita —formada por 41 personas con una media de 69 años—prevén que en enero de 2025 ya estarán todas viviendo en el cohousing, ubicado en una finca de gran valor ambiental en la localidad madrileña de Torrelodones. En estos momentos, su prioridad es “organizar en la práctica nuestra convivencia y la red de apoyos y cuidados que nos permita vivir de forma independiente el mayor tiempo posible”. Iremos trabajando con “ensayo y error”, admitió Rosana Antolín.
En relación con los cuidados, la representante del Jubilar destacó que se necesitan tres tipos de acciones: “promocionar el autocuidado (dieta, ejercicio, curiosidad intelectual, artística, relaciones sociales…), los apoyos mutuos y cocuidados “leves” o apoyos de buena vecindad (desde a hacer la compra a compartir un café) y otros que requieren una mayor organización y de los que se ocupará su comisión de cocuidados (por ejemplo, llevar regularmente a alguien a rehabilitación si se necesita). Y, en tercer lugar, los cuidados profesionales.
Basándose en la estrategia de apoyo y cocuidado elaborada en el marco del proyecto Comunidades de Cuidados, el Jubilar Villa Rosita prevé contar con documentación que facilite la planificación. “Necesitamos conocer a las personas, su historia personal y familiar”, junto con otra información de carácter legal y administrativo. Con todo ello, elaborarán “un plan personalizado de atención y apoyo”.
Toda esta información tiene como finalidad conocer la personalidad y los deseos de las personas socias, pero también otros aspectos que inciden directamente en la gestión económica de los cuidados: red familiar o de otro tipo que va a implicarse en los cuidados si se necesitan, situación económica, etc. En relación con la cobertura económica de la dependencia, Villa Rosita contempla que cada socia o socio cubra el coste de los cuidados que vaya necesitando, pero contando con un respaldo comunitario (van a crear un fondo de solidaridad con aportaciones mensuales y un fondo de liquidez adicional). “Pensamos que esa aportación mixta es la más justa”.
En opinión de Rosana Antolín, las socias y socios del cohousing no deberían intentar cubrir todos los cuidados. “Cuidar es muy duro”, recordó, y, por eso, si se presentan situaciones con grandes necesidades de apoyo, defendió que no haya muchas dudas a la hora de cruzar “el umbral para pasar a los cuidados profesionales”.
Los cuidados en las cooperativas de cohousing: un valor consolidado en la creación comunitaria pero incierto ante la “gran dependencia” por la falta de recursos públicos
La mesa sobre modelos de cuidados evidenció que, actualmente, la falta de un número suficiente de proyectos de viviendas colaborativas sénior en España dificulta tener información y referentes con un número y diversidad suficiente para generar evidencias sólidas. Las cooperativas participantes están en proceso de creación y solo una —el Jubilar Villa Rosita— ha comenzado la convivencia. Todas las personas socias tienen buenas condiciones de salud y, en esta fase, los cuidados tienen que ver con estrategias para consolidar la comunidad (actividades de formación, modelos de gobernanza participativas, actividades de ocio significativo…) con un enfoque de envejecimiento activo y saludable.
La escasez de referentes consolidados y unas políticas sociales poco desarrolladas, claramente infrafinanciadas y con notables diferencias según el territorio (las Comunidades autónomas tienen las competencias en materia de servicios sociales), añade incertidumbre y alimenta una reivindicación que se ha repetido mucho a lo largo del Foro, no solo en esta mesa: las viviendas colaborativas sénior no pueden ser un recurso que asuma en solitario y desde la solidaridad y buena vecindad todos los apoyos que pueden necesitar sus socias a lo largo de la vida.
Villa Rosita, Can 70, Etxekonak Bat y Axuntase —en este último caso subrayando su carácter intergeneracional— se conciben, cada una a su manera, como espacios para la buena vida. Están desarrollando distintas fórmulas para llevarlo a la práctica, fundamentalmente mediante sistemas de gobernanza participativos y democráticos y con actividades de ocio activo y significativo. En Can 70 han puesto en práctica la “rueda del bienestar”: una persona se compromete a asegurarse de cómo está otra, para generar vínculos desde una visión empática y no invasiva.
Un diseño arquitectónico adecuado tanto en los espacios privados como en los comunes, excursiones o quedadas para evitar que las relaciones se limiten a los espacios de trabajo, formaciones sobre todo tipo de temas (informática, comunicación no violenta, final de vida, etc.), bancos de tiempo… Hay todo un catálogo de herramientas para aprender a hacer y a vivir en comunidad y, también, a cuidar el entorno natural y social en el que se ubican: compromiso medioambiental, conexión con el tejido asociativo y con otros recursos como centros de salud, centros de mayores, etc.
Respecto a los cuidados en situaciones de fragilidad, Anna Corrons recordó que en 2020 publicaron la guía Cuidados en la convivencia de personas mayores/Cures en la convivència de persones grans que está disponible para todas las cooperativas que quieran consultarla. En esta guía, a la que han incorporado con posterioridad la dimensión del autocuidado, desarrollan su visión sobre cómo cuidar la convivencia, las necesidades específicas de apoyo, la economía de los cuidados o el cuidado en torno a la muerte.
El aprendizaje continuo es una pieza fundamental en el camino. En Etxekonak Bat, su presentante, Mayte Gaztelu, lo resumió así: “entendemos los cuidados como aprender a cuidarse: cuidar a las personas y dejarse cuidar. Nos resulta más fácil dar que recibir”. Reflexiones como esta ayudan a identificar las necesidades y deseos como personas que dan y reciben cuidados y también a poner límites a lo que pueden o quieren hacer para ayudar a sus vecinas y vecinos del cohousing. También para asegurarse de que hay un reparto equitativo entre hombres y mujeres. Y, para coordinar todo este proceso (buscar y organizar recursos, coordinar los planes de atención, etc.), todas las cooperativas cuentan con comisiones o grupos de trabajo. Gaztelu resume así la importancia de este tipo de órganos: “saber a quién recurrir puede ayudarnos a pedir”.
Con variaciones en los términos y los enfoques —al fin y al cabo, la diversidad de este tipo de iniciativas es una de sus mayores riquezas y el resultado lógico de proyectos autogestionados— el papel de lo público para generar unas condiciones de vida digna a todas las personas durante toda la vida sobrevoló cada una de las intervenciones, incluyendo las del público asistente, en su mayoría también cooperativistas. Y, sobre todo, reveló la incertidumbre que al final de la mesa confesaron todas las participantes: no ven fácil que las personas que desarrollan una “gran dependencia” y, en particular, “las demencias” puedan vivir en el cohousing hasta el final, tanto por el coste económico de los cuidados que requieren como por su impacto en la vida del resto de miembros de la cooperativa.
Emergió una vez más, por un lado, la necesidad de unos servicios públicos más desarrollados que actúen como una red de seguridad, la garantía de que las necesidades de cuidados de las personas en situación de gran dependencia estarán cubiertas. También, como suele ser habitual, varias voces mencionaron la eutanasia como opción para todas aquellas personas que no deseen prolongar su vida si se encuentran en esta situación. Y surgieron voces como la de Marian, de la cooperativa catalana Solterra, que recordó que también hay margen para abordar las situaciones de dependencia organizando los cuidados de otra manera. “Una buena atención afectiva, un buen acompañamiento mejora mucho la calidad incluso de las demencias y dependencias totales y reduce los costes. Puede sonar muy optimista, pero me parece que estos temas hay que tenerlos en cuenta”.
La intervención de la socia de Solterra puso de manifiesto hasta qué punto la innovación en los cuidados a las personas en situación de gran dependencia, pese a llevar años de desarrollo, no está ni lo suficientemente desarrollada ni es demasiada conocida fuera de un valioso pero reducido número de expertas y expertos como para ofrecer evidencias de que una persona con demencia, seguramente el tipo de dependencia que más inseguridad genera, puede seguir viviendo en la comunidad sin convertirse en una presencia disruptiva. Las cooperativas de cohousing expresan, y con razón, que no pueden asumir este cambio de paradigma de los cuidados a la gran dependencia sin ayuda. Y esa ayuda, en un tipo de proyectos que además aspiran a ser cada vez más accesibles, solo puede llegar desde el ámbito público.
Todas las intervenciones tuvieron un indudable interés al abrir al debate público sus procesos de reflexión y la naturaleza de las relaciones que están generando, con vínculos muy fuertes que hacen de estas personas vecinas íntimas (en palabras de Nevenka, de Trabensol, durante el turno del público en esta mesa). Se trata de un ejemplo emergente y que, con dificultades y dudas, está asentando un nuevo tipo de relaciones que, desde la economía social, tratan de dar respuesta a la necesidad de vivir y relacionarnos de otra manera con las personas, la vivienda y el entorno. ). “Los cuidados nos unen y nos distinguen, son el hilo conductor que teje nuestra experiencia compartida en comunidad”, recordó la moderadora de la mesa, Trini Díaz, de Etxekonak.
La mesa puede verse íntegramente en este vídeo: